Hiperconectados

Internet implica muchas cosas pero, sobre todo, un flujo de información constante.

En la actualidad es difícil encontrar a alguien que no esté conectado con una u otra red social; ya sea WhatsApp, Twitter, Facebook,... O que no utilice Internet para obtener información del mundo exterior o comunicarse a través de e-mail.

Las redes sociales e Internet en general nos mantienen conectados con el mundo, permiten que estemos en contacto con personas que, de otro modo, no conoceríamos, y acortan las distancias  tanto con nuestros seres queridos como con aquello que sucede a km de nosotros.

A priori diríamos que todo es positivo; sin embargo, es probable que la hiperconectividad esté causando más estragos en nuestra vida de lo que somos conscientes.

El ritmo de las redes sociales, Internet y hasta el flujo de e-mails es frenético, y no hace falta mucho tiempo para darnos cuenta de lo fácil que es perderse algo. Como resultado, estamos activos comprobándolos de manera constante para reconfortar el miedo inconsciente de "perdernos algo".

Pero... ¿En qué momento las redes sociales e Internet frenan nuestra comunicación cara a cara? ¿Cuándo debemos considerarnos adictos? ¿Qué dejamos de hacer para estar conectados permanentemente? ¿De qué manera afectan a nuestra vida privada? ¿Y a nuestro trabajo?

Os invito a que os hagáis estas preguntas vosotros mismos. Tomaos unos minutos para reflexionar sobre algo por lo que normalmente nos dejamos llevar, sin pensar en las consecuencias que tiene en nosotros mismos.

En una de las próximas entradas hablaré sobre qué podemos hacer al respecto.

¡Un saludo!



Conciliación vida privada/trabajo (II): Poner límites

En la entrada anterior comentábamos una de las medidas que podemos aplicar para mejorar nuestra conciliación trabajo-vida privada. Hoy hablaremos de otra.

Poner límites es importante en muchos contextos, pero, sobre todo, en el laboral.

Nuestro trabajo debe ocupar el número de horas presente en nuestro contrato; no más. Si nos excedemos un día, no pasa nada. Dos, tampoco.  Pero si se convierte en costumbre (y es tremendamente fácil que ocurra), es posible que comencemos a experimentar efectos negativos. Para prevenirlo debemos poner límites.

Nuestra aliada debe ser la asertividad. Esto es, defender nuestros derechos de manera correcta y sin pisar los de los demás. Ser asertivos nos ayuda a expresarnos cuando creemos que estamos sobrepasando nuestros límites.

Es posible que más de una vez se nos pida que nos excedamos de nuestras funciones, que hagamos una tarea que sabemos que no podremos acabar si no trabajamos horas extras, que nos quedemos un rato más... ya sea de manera directa o indirecta.

Repito: por hacerlo una vez no pasa nada; pero adoptarlo como costumbre es muy, muy fácil; tanto para nosotros como para nuestro superior.

Para evitarlo, debemos:

  • Tener claras nuestras funciones.
  • Saber qué tareas tenemos que hacer y cuánto tiempo necesitamos para hacerlo.
  • Tener presente nuestro horario y entender que debemos respetarlo, entre otras razones, por nuestro propio bien.
  • Recordar que el trabajo es solamente una parte de nuestra vida (más o menos importante, pero solamente una parte).

Evidentemente aplicar estas estrategias no es tarea fácil, sin embargo, si las tenemos presentes en nuestro día a día, poco a poco podremos ir aplicándolas.

¡Adelante!


Conciliación vida privada/trabajo (I): Política ON/OFF

Hace unos meses hablamos (haz click aquí) de la conciliación entre la vida privada y el trabajo. Algo que parece, a priori, muy simple; pero que en realidad es más complejo y difícil de conseguir de lo que nos gustaría.

En los próximos meses hablaremos de distintos factores que nos pueden ayudar a mejorar nuestra conciliación entre la vida privada y laboral. Hoy hablaremos acerca de nuestra política ON/OFF.

En la sociedad actual, donde la tecnología se ha colado en cada rincón de nuestra vida, estamos permanentemente conectados. Los beneficios son obvios: estamos en contacto permanente con nuestros seres queridos, retomamos el contacto con viejos amigos, podemos comunicarnos al instante con personas que viven a miles de km de distancia, no hace falta que nos movamos de casa para hacer multitud de tareas... Sin embargo, este escenario también tiene varios inconvenientes: nos hace estar pendientes las 24 horas del día, los 7 días de la semana.

No todos los trabajos requieren que estemos atentos a actualizaciones del trabajo a todas horas. Si este no es tu caso, puedes aplicar las políticas ON/OFF a tu vida privada. No obstante, el objetivo de este post es tratar la política ON/OFF desde el punto de vista del trabajo.

Uno de los principales impulsos en el crecimiento del campo de los smartphones fue el poder tener a los trabajadores conectados las 24 horas del día; que estos pudieran recibir actualizaciones al instante, sin tener que esperar al día siguiente; sin ni siquiera esperar a que llegasen a casa para leer su correo.

Si bien es cierto que, de nuevo, las ventajas son innegables, es increíblemente fácil lo rápido que consultar de vez en cuando el correo fuera del trabajo, puede convertirse en un hábito. La diferencia entre algo esporádico y un hábito se encuentra en los límites.

Poner límites no es fácil. Nos resulta incómodo; hasta violento. Pero es necesario.  Para ello, quizás quieras:

  • Pensar en tus necesidades personales: ¿de qué hora a qué hora estás en el trabajo?, ¿a qué hora terminas tu jornada laboral?, ¿qué horas/momentos/días son "sagrados" para ti (p.e. para ti son sagradas las cenas en familia, momento en el que no quieres atender ni a las llamadas urgentes).
  • Identificar qué situaciones se dan a menudo: ¿sueles recibir mensajes de texto, correos por e-mail o llamadas?
  • Comunicar tu nueva política ON/OFF: una vez te hayas decidido acerca de qué medidas aplicarás, comunícalas a la gente que te rodea.

Espero que este post te haya resultado útil y, al menos, te anime a intentar implementar tu propia política ON/OFF.



Propósitos de Año Nuevo: ¡A por ellos!

En entradas anteriores hicimos un repaso del año pasado: reflexionamos acerca de nuestros errores con la finalidad de aprender de ellos, y repasamos aquéllo que nos salió bien gracias a nuestro esfuerzo.

Hoy hablaremos acerca de los nuevos propósitos. Comenzaremos diferenciando un propósito de un deseo.

Muchos de nosotros seguramente "le pidamos al 2017" salud, dinero y amor. Está bien hacerlo, pero sólo si tenemos en cuenta de que éstos son deseos, y no propósitos.

Evidentemente somos capaces de influir sobre nuestra salud, finanzas personales y vida sentimental. Pero cuando "le pedimos al 2017", estamos restando importancia a nuestra capacidad de influir sobre lo que nos suceda, y nos estamos "encomendando" a factores externos y fuera de nuestro control tales como la suerte o la voluntad divina.

Por ésta misma razón, no se trata de propósitos, sino de deseos.

Los propósitos son algo diferente. A grosso modo podríamos decir que se tratan de objetivos que queremos alcanzar y para los que tenemos que llevar a cabo acciones concretas y específicas, que seguramente requieran que seamos tenaces y persistentes.

Conclusión: los propósitos requieren de nuestro esfuerzo; los deseos, no.

Por ello, para alcanzar nuestros propósitos (atención: no decimos "para que nuestros deseos se cumplan"), tenemos que tener en cuenta lo siguiente:

  • Debemos definir exactamente qué queremos conseguir. Sólo siendo concretos sabremos hacia dónde nos dirigimos.
  • Tenemos que concretar acciones específicas y necesarias para conseguir nuestro propósito.
  • Cada acción tiene que contar con una fecha. Especialmente importante si solemos posponer nuestras obligaciones.
  • Debemos pensar en una forma de medir nuestro progreso. ¿Qué indicará que estamos en el buen camino?
  • Plan B: si nos damos cuenta de que no vamos por el buen camino, ¿qué tendemos que hacer?
  • Y, por último pero no menos importante: ¿Con quién puedes contar para conseguirlo? Tener apoyo es fundamental.
Espero que esta breve guía os sea de utilidad.

¡Os deseo un feliz, próspero y fructífero 2017, lleno de deseos cumplidos y, sobre todo, de propósitos alcanzados!


Propósitos de Año Nuevo: una mirada de optimismo

En la entrada anterior hablamos de los propósitos no logrados. Echamos la vista atrás centrándonos en lo negativo, pero con una mirada de auto superación y esperanza, buscando aprender de nuestros actos: tanto de los que hicimos y nos equivocamos, como de los que se quedaron por hacer.

Hoy nos centraremos en lo positivo.

Tenemos por costumbre fijarnos en lo negativo: cuando hacemos balance, lo negativo pesa más que lo positivo. Incluso a veces es posible que enpequeñezcamos nuestros logros diciéndonos que tuvimos suerte, que cualquiera podría haberlo hecho...

Pero hoy toca tomar responsabilidad de aquéllo que hemos hecho bien, de nuestros logros y objetivos conseguidos. Por eso es conveniente hacer un recorrido mes a mes, a través del 2016. ¿Qué objetivos has conseguido? ¿Cuáles fueron tus logros?

A parte de los logros, también puedes hacer énfasis en las cosas que hemos aprendido. ¿Qué habilidades o destrezas has adquirido (o mejorado) recientemente? ¿Qué cosas no sabías hacer a principio de año, y ahora parece que dominas?

Y por último pero no menos importante: piensa en aquellos aspectos en los que has mejorado. ¿Te costaba mantener el control en situaciones difíciles y ahora parece que las gestionas de una manera más productiva? ¿Te resultaba difícil expresar tu opinión y hace un tiempo que te cuesta menos expresarte con claridad? Piensa. Seguro que hay unas cuantas cosas que has aprendido.

¿Ya tienes tu lista? Apuesto a que acabas de descubrir que tu año ha sido más fructífero de lo que te parecía hace unos minutos. ¡Enhorabuena!

Espero que os haya resultado interesante. En el próximo post hablaremos de los propósitos para el 2017.
  • Qué es y cómo formular un buen propósito
  • Cómo asegurarte de que tus propósitos sobreviven más allá de enero

¡Hasta pronto!

Montse


Reflexiones de Fin de Año: propósitos pendientes

Diciembre es el mes de reflexión por excelencia. Es el mes en que despedimos un año y cerramos una etapa - en sentido figurado -. Es el momento en que nos damos cuenta de que el tiempo vuela. Nos damos cuenta de que han pasado otros 365 días de nuestra vida y que nos han quedado tantas cosas por hacer...

Solemos pensar en aquéllo que no hemos hecho y queríamos hacer; en aquéllo que era un propósito de Año Nuevo, pero que no pasó de Enero y que sólo hemos cumplido de vez en cuando.

Seguramente nos centremos en aquéllo que no hemos conseguido, en aquéllo que no ha ido como esperábamos o en aquéllo en lo que hemos fracasado. ¡Y qué decepcionante es recordar la lista mental de cosas pendientes para el 2016 y darnos cuenta de que a penas quedan 2 semanas para que acabe!

Está bien hacer todas estas reflexiones. De hecho, es necesario. Pero al final de la reflexión debemos sacar conclusiones: ¿por qué no lo hemos conseguido?, ¿por qué no ha ido como esperábamos?, ¿por qué hemos fracasado? Sólo si nos hacemos estas preguntas conseguiremos que estos objetivos no alcanzados nos aporten algo positivo.

Recuerda: no importa cuántas veces fracases, sino todo lo que aprendas con cada fracaso. Por eso hazte las preguntas adecuadas y no te conformes con cualquier respuesta: busca aquélla que resulte constructiva, que te anime a volverlo a intentar, que te haga ver que las cosas pueden hacerse de otra manera y que la clave está en aprender del error y volverlo a intentar.

Os animo a que recordéis vuestros propósitos para el 2016. Analizadlos. ¿Los habéis logrado? Haceos las preguntas correctas. Sacad conclusiones, aprended y mirad al 2017 con ojos de fuerza y autosuperación.

En los próximos posts seguiremos hablando de los propósitos de Año Nuevo. ¡No os los perdáis!

Feliz Jueves,

Montse



¿Por qué nos gustan las películas de miedo?

El miedo no suele ser una emoción agradable. De hecho, se produce como respuesta a estímulos que creemos que amenazan nuestra integridad. Entonces, ¿por qué nos gusta ver películas de miedo?

Hay distintas teorías. Hoy analizaremos una de ellas. Nota: incluso si eres de los que se tapan con una manta o cojín, lo que viene a continuación también es aplicable a tu caso. ;)

Invertimos tiempo (y a menudo dinero) para ver películas de terror, y la responsable de ello es la empatía. Ésto es la capacidad de ponernos en la piel del otro (será la protagonista de futuros posts).

 ¿Qué papel tiene la empatía en el caso de las películas de terror?

  • Ejercemos de "observadores morales" y evaluamos la conducta de los personajes: durante los primeros minutos especulamos sobre quién es el bueno, y quién el malo. 
  • Nos ponemos en la piel del protagonista - que suele ser el bueno y con quién creemos tener más cosas en común que con el antagonista -.
  • Generamos expectativas acerca de qué sucederá y cuál será el desenlace.
  • Elaboramos un "principio de justicia": deseamos que al protagonista le pasen cosas buenas; y que quién no obre correctamente sea castigado en consecuencia.
  • A medida que avanza la trama es muy probable que nuestras expectativas se cumplan. Estar en lo cierto y ver que hemos sido capaces de anticipar el desenlace nos produce placer.
¿Os sentís identificados con las etapas anteriores?

Feliz Domingo,

Montse



Zillman, D. (1991a). Television viewing and psychological arousal. In J. Bryant D. Zillman (Eds.), Responding to the screen: Reception and reaction process (pp. 103–133). Hillsadale, NJ: Lawrence Erlbaum Associates